TEMAS DE CULTURA ESPAÑOLA / Historia
¿Sabías que el CSIC es una herencia de nuestra Edad de Plata?
Afortunadamente, hoy la mayoría de españoles reconoce la importancia de contar con un gran organismo público dedicado al fomento de la ciencia como el CSIC; sin embargo, son pocos los que conocen las circunstancias históricas, las personalidades políticas y las ideas que estuvieron en su origen.

Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina, pintado por Joaquín Sorolla en 1906, un año antes de convertirse en Presidente de la JAE.
Foto: Museo de Zaragoza
A diferencia de lo que sucede a día de hoy, creemos firmemente que el viernes 11 de enero de 1907 debería ser una fecha ampliamente recordada y celebrada por los defensores de la Cultura Española. Y es que fue en esa fecha, y no otro día, cuando el veterano ministro liberal Amalio Gimeno firmaba el Real Decreto por el que se creaba la histórica Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, conocida familiarmente con sus siglas como “la JAE”.
Pero para sumergirnos en materia primero tendríamos que realizar una pequeña visita guiada por el tiempo a los orígenes de la llamada “Edad de Plata de la Cultura Española”. Concretamente, pondríamos nuestra atención en el contexto histórico y cultural que rodeaba a este momento, en el que se firmó el decreto de constitución de la Junta de Ampliación de Estudios.
Lo primero que debemos conocer es que esta institución, que fue presidida por Santiago Ramón y Cajal y tuvo su primera sede en el actual Museo Nacional de Ciencias Naturales, fue el origen del actual CSIC.
En las próximas líneas conoceremos algunas de las personalidades políticas que estuvieron implicadas en este proyecto, el cual nacía con la vocación de superar el atraso científico y cultural en el que estaba sumergida España, tras doblar la última esquina del conflictivo siglo XIX.
Adicionalmente, recordaremos algunas de las corrientes y figuras intelectuales que estuvieron detrás de uno de los logros colectivos más importantes de los que podemos presumir a la hora de echar la vista atrás en la Historia de la Cultura Española.
Podemos afirmar que esta institución ha atravesado la Historia de España, pasando por una guerra civil, dos dictaduras, una república y el sistema de restauración monárquico del turnismo, bajo el reinado de Alfonso XIII hasta llegar a nuestros días
Figuras ilustres implicadas
Cuando hablamos de La JAE estamos evocando una institución pública española que, atravesando más de un siglo de nuestra Historia e indecibles vicisitudes, llegaría a ser la actual agencia pública española, hoy dependiente el Ministerio de Innovación y Ciencia, que conocemos como “Consejo Superior de Investigaciones Científicas; o por sus siglas: “CSIC”. Una de las joyas de la corona de la cultura de nuestro país.
Para fortuna de este legado imprescindible de la Cultura Española, desde el momento de su constitución, la Junta para la Ampliación de Estudios estuvo presidida por Ramón y Cajal, quien se mantuvo al frente de la misma hasta el final de su vida, el 18 de octubre de 1934.
Por si fuera poco, en la lista de los vocales que formaron parte de la dirección de esta institución histórica y viva de nuestro país encontramos también a nombres de personalidades ilustres dignas de protagonizar una buena visita guiada por Madrid, tales como José Echegaray, Marcelino Menéndez y Pelayo, Joaquín Sorolla, o Joaquín Costa.
Los dos primeros tienen una presencia digna de mención, por ejemplo, en un buen paseo guiado por el Barrio de las Letras.

Retrato de José Echegaray (Premio Nobel de Literatura)
Foto: Diccionario Biográfico Español. Real Academia de la Historia.
El segundo, cuenta en la capital de España, con una casa museo dotada de un encanto y un interés artístico difícil de igualar. Y en cuanto a Joaquín Costa, no hay que olvidar que es una de las figuras más destacadas de la Historia de España y de Aragón de todo el siglo XIX.
Aquel viernes 11 de enero del año 1907 nacía este organismo con una misión de Estado, que no era otra que la de poner en hora el tiempo histórico de nuestro país en dos materias tan sensibles para cualquier Estado que se precie como son la ciencia y la educación.
Pero, volviendo a la actual agencia de vanguardia de la investigación científica española, es digno de señalar que, a pesar del cambio de nombre, objetivos y estructura organizativa derivados de la inestabilidad política circundante, podemos afirmar que esta institución ha atravesado la Historia de España, pasando por una guerra civil, dos dictaduras, una república y el sistema de restauración monárquico del turnismo, bajo el reinado de Alfonso XIII.
En efecto, este último período que citamos es cuando se puso en marcha, con en el nombre de “Junta para la Ampliación de Estudios”, lo que hoy conocemos como “Centro Superior de Investigaciones Científicas de España”.
Aquel viernes 11 de enero del año 1907 nacía este organismo con una misión de Estado, que no era otra que la de poner en hora el tiempo histórico de nuestro país en dos materias tan sensibles para cualquier Estado que se precie como son la ciencia y la educación.
En la actualidad, el CSIC se considera por su importancia la séptima institución pública de investigación mundial y ocupa el puesto número cinco entre las europeas. En este coloso de la investigación puntera trabajan cerca de 13.000 personas, gestionando unos 5.000 proyectos, de los cuales 450 corresponden a “tecnologías protegidas” por razones de Estado; y por si todavía no hubiera quedado clara su importancia, también te podemos contar que desde el CSIC se publican anualmente 14.000 artículos de interés científico y humanístico, con los que se contribuye al crecimiento del acervo universal de la ciencia y el conocimiento de la Humanidad. Además, en fecha reciente, hemos conocido que esta institución pública de investigación va a inaugurar una nueva sede en Barcelona.

Retrato de Joaquín Costa. J. Villena Cordero 1913
Foto: Biblioteca Virtual de Aragón
Una anécdota ilustrativa
Sin embargo, estas cifras tan optimistas de hoy no deben hacernos olvidar las dificultades de todo tipo a las que se enfrentaban las mujeres y los hombres del tiempo de Ramón y Cajal en su pretensión de situar el progreso científico del país entre las prioridades del Estado.
Como anécdota ilustrativa, en esta pequeña visita guiada por el Madrid de nuestra Edad de Plata, podemos viajar por el espacio y el tiempo de lo hispánico hasta el año 1889. En esta fecha un joven y prometedor científico, llamado Santiago Ramón y Cajal, acudía con cierta desesperación al auxilio de otro joven amigo suyo, a la sazón recién elegido diputado. El auxilio solicitado era una ayuda económica para que Santiago pudiera viajar a un importante congreso científico en Berlín, con el fin de poder presentar su recién descubierta teoría neuronal.
A pesar de la amistad que les unía y de que Ramón y Cajal ya era por aquel entonces catedrático en la Universidad de Barcelona, esta ayuda no se pudo conseguir; y a nuestro futuro Premio Nobel le tocó remover Roma con Santiago para mendigar el dinero suficiente que le permitiera llegar hasta aquel congreso internacional, viajando en un tren de tercera clase.
Con el tiempo, el joven diputado acabaría convirtiéndose en ministro y pondría en marcha, junto al genio navarro-aragonés, la más importante de nuestras instituciones a la que deberíamos rendir homenaje cada 11 de enero.
Pero para valorar la importancia y las dificultades entre las que nació la JAE, convendría dar un poco de contexto histórico, como haremos en las próximas líneas.
Contexto histórico y personajes clave de la fundación de la Jae
En la primavera anterior, un atentado anarquista había causado la muerte de 5 soldados y 3 oficiales del séquito real, además de resultar heridas 14 personas del pueblo de Madrid.
Comenzaremos recordando que, en el año 1907, las nubes de la inestabilidad política amenazaban con desencadenar de nuevo la tormenta en España.
El rey Alfonso XIII tenía tan sólo 21 años; en la primavera anterior un atentado anarquista, contra la comitiva de su boda real con la reina Victoria Eugenia había causado la muerte de 5 soldados y 3 oficiales del séquito real, además de resultar heridas 14 personas del pueblo de Madrid.
Para añadir más tensión todavía, el país vivía bajo la amenaza de una insubordinación militar, tras el asalto capitaneado por un grupo de oficiales al periódico catalán Cu-Cut.
Como saldo arrojado por este suceso, la cesión del gobierno liberal, ante la amenaza de un golpe por parte del ejército, se acababa de materializar en la aprobación de la llamada “Ley de jurisdicciones” (una medida claramente antiliberal que no sería abolida hasta la proclamación de la Segunda República, a pesar de haber causado una fuerte contestación social con protestas públicas muy sonadas, como el discurso de Miguel de Unamuno en el Teatro de la Zarzuela de Madrid).

Portada de la Revista Cu-Cut. Nº139. Agosto 1904.
Foto: El Nacional.Cat
A consecuencia de esta ley, en adelante, el propio ejército se reservaba la potestad de juzgar a los ciudadanos en tribunales militares por cualquier clase de delito “contra la patria y el ejército” como el que los mismos militares consideraban que había estado cometiendo el semanario satírico, por la mera publicación de viñetas burlescas contra la monarquía y la corrupción del ejército.
Esta cesión del gobierno provocaría un cambio irreversible en la relación del Estado español con Cataluña; ya que, a partir de ese momento, y por primera vez en la Historia de España, los partidos catalanistas agrupados en torno a la llamada “Liga regionalista”, liderada por Nicolás Salmerón, arrebataron, en Cataluña, el protagonismo a los partidos estatales que se habían venido turnando el poder.
Toda esta tensión política estaba, de hecho, a punto de ocasionar la caída del gobierno liberal, dándole el turno de nuevo a los conservadores en lo que se llamaría el “Gobierno largo de Maura”.
Pero aquel 11 de enero de 1907, antes de su disolución, los liberales harían todavía, el que probablemente sería el mejor de sus servicios al país, cuando el veterano ministro liberal Amalio Gimeno firmaba el señalado Real Decreto por el que se creaba la histórica Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (conocida como la JAE).
Las grandes obras de la Historia son siempre una tarea colectiva. Por ello hay que reconocer los aciertos, en este capítulo, a los políticos del turnismo y al propio monarca Alfonso XIII.
La Junta para la Ampliación de Estudios (futuro CSIC) nacía con dos objetivos que eran por aquel entonces un clamor entre la intelectualidad llamada “regeneracionista”, hasta el punto de haberse convertido, al impulso de estos intelectuales, en una auténtica demanda popular muy presente en toda la opinión publicada del momento:
- Era urgente elevar el nivel general de educación del país
- Resultaba dramáticamente necesario no dejar que se marchara más lejos todavía el perdido tren de la investigación científica.

Una investigación (también denominado: El Dr. Simarro en el laboratorio). Joaquín Sorolla. 1897.
Foto: Casa Museo Sorolla de Madrid
De hecho, la exigencia de una regeneración del país comenzando por este pilar de la instrucción de las masas, pero también de la investigación de vanguardia, formaba parte ya del programa de destacados políticos conservadores y no era monopolio, en absoluto, de los liberales.
Bajo estas circunstancias parece adecuado reconocer que un primer paso previo a la creación de la propia Junta para la ampliación de estudios fue la puesta en marcha, por primera vez en nuestra Historia, de un ministerio del Estado específicamente consagrado a la tarea de impulsar un sistema de educación nacional. El llamado “Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes» nace así, el 18 de abril de 1900, bajo el gobierno conservador de Francisco Silvela.

Retrato de Francisco Silvela.
Foto: Real Academia Española
Gracias a este nuevo ministerio, el sustento de los maestros abandonó su precaria dependencia de los ayuntamientos y paso a manos del Estado, logrando que se impulsara considerablemente el nivel de alfabetización del país. También bajo la presidencia de Silvela, y por su personal implicación en la materia, se le dotó al mismo Ramón y Cajal, antes de la existencia de la Junta, de un Laboratorio de investigaciones biológicas que después se integraría en la JAE. De esta manera, podemos comprobar que, como decíamos antes, las dos ocupaciones principales con las que nació la Junta para la Ampliación de Estudios obedecían a una preocupación compartida por todas las fuerzas vivas del momento.

Retrato de José Canalejas como Presidente del Congreso de los Diputados. Joaquín Sorolla. 1906.
Foto: Palacio de las Cortes de Madrid
Aunque también es lícito reconocer que fueron los liberales quienes más impulso le dieron a la necesidad de resolver esta carencia histórica del país, con un destacado empeño del gallego José Canalejas, como impulsor de un ideario donde las ideas liberales habían de conjugarse con la implicación reguladora del Estado, en aras de dar respuesta a la llamada “Cuestión social”.
Las grandes obras de la Historia son siempre una tarea colectiva. Por ello hay que reconocer entre aquellos a los que se puede imputar los aciertos en este capítulo a los políticos del turnismo y al propio monarca Alfonso XIII.
Sin embargo, para entender bien los manantiales donde se originó toda esta corriente renovadora de nuestra cultura y nuestra ciencia será imprescindible profundizar en la vida y obra de una larga serie de personajes ilustres agrupados bajo unos epígrafes de los que tendremos ocasión de ocuparnos en esta o en otras visitas guiadas para sumergirnos en lo mejor de la Cultura Española:
- El regeneracionismo
- La Institución Libre de Enseñanza
- Los grandes hombres y mujeres de nuestro siglo XIX
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